Enseñar a los más pequeños de casa a vivir saboreando cada instante, a expresar sus entiments o despedirse de alguien que se ha muerto es una tarea que primero tenemos que aprender antes que nadie los adultos. Esto es lo que pretende Xusa Sierra -enfermera especializada en procesos de duelo-, con un libro en el que nos da las claves para ayudar a nuestros hijos a desarrollar herramientas emocionales para afrontar una muerte, una separación, una enfermedad grave, y llegar a la edad adulta sabiendo gestionar las pérdidas de cualquier tipo.
«Nada es para siempre, ni la tristeza ni la felicidad; todo lo que tenemos es temporal. […] Saber que nada de lo que tenemos es para siempre nos ayuda a tomar conciencia de que lo podemos perder y en anticiparnos a la pérdida. Esta manera de entender la vida no tiene nada de triste ni de angustiosa, al contrario, hace que tengamos un pensamiento encaminado a disfrutar de la vida cada día, como si fuera el último ».
I jo, també em moriré? libro publicado en lengua catalana, nos ofrece una visión completa de como afrontar la pérdida en los niños/as y aportar herramientas emocionales que les permitan comprender un fenómeno tan vital como es la muerte. Los niños perciben la muerte de manera diferente y reaccionan ante ella, también diferentemente. Así pues, hay varios condicionantes en el proceso del duelo de los niños. Los educadores, los padres/madres deben tenerlo muy presente.
El hecho de que antes de una pérdida del niño haya ido hablando de la muerte y comentando sus dudas y preocupaciones no le evitará la pena que conlleva el duelo ni el sufrimiento. La reacción emocional estará presente, pero dispondrá al menos menos de una estructura mental elaborada donde situar la experiencia de la muerte y la pérdida. Cómo lo expresa una experto: «La indefensión mayor y angustiosa de un niño ante un duelo es no poderla situar en su mapa conceptual la vivencia. Cuando ignoramos el traspaso o los sentimientos que provoca la muerte no protegemos el individuo, lo hacemos cuando le enseñamos que las pérdidas forman parte de la existencia y que es posible seguir viviendo a pesar del dolor que nos provocan».
Los niños/las niñas no hablan de la muerte en casa y en todo caso explican la visiónque los padres les han dicho cuando han podido pedirlo, pero con una imagen muy idealizada del morir y del que
pasa con los muertos. En cuanto a los animales de compañía expresan tristeza porque los suelen tener mucho cariño pero a menudo los padres los reposan rápidamente con un otro conejo, pescado o perrito. En general pues podemos observar que las familias no tratan este tema con sus hijos y les cuesta mucho hablar de ello de cómo enfocarlo. El hecho de que sea muy abstracto y que requiera un vocabulario específico, dificulta la comprensión de los niños. Las familias comentan que hay momentos en que los hijos hacen muchas preguntas, pero que suelen responder con evasivas porque no saben como explicarla, ni qué contar. Los genera desazón que sus hijos pregunten y se pregunten por la muerte porque les parece que sufren y los adultos tampoco tenemos una reflexión clara sobre lo que creemos de la muerte.
La conclusión que podemos extraer es que sólo se habla de muerte cuando llega y que a los niños les cuesta mucho hacerlo. No se quiere hacer sufrir a los más pequeños de ninguna manera con este tema ni tampoco a los hijos. En las escuelas, a los propios maestros les genera una cierta aversión tener que tratar el temal. Se intenta no mirar la muerte, ni verla y los adultos cuando tienen que dar explicaciones a los más pequeños se enfrentan a una seria dificultad.
Para hablar de la muerte en la familia, pero también en el aula no debemos dejar de tener muy presentes la necesidad de escuchar más que hablar. Un fantástico aforismo que lo expresa es de Epicteto al s.I, «la naturaleza nos ha dado dos ojos, dos orejas y una sola boca, para mirar y escuchar el doble de lo que hablamos «. Sólo podremos hacer un buen trabajo del duelo con los niños si somos unos grandes observadores y les dejamos hablar; porque es así como el adulto podrá responder y actuar según las necesidades de los niños/niñas.