Existen otros sistemas alternativos a la cremación con fuego y más ecológicos en términos de emisiones a la atmósfera. Uno de ellos es la ultracongelación de los cuerpos a través de nitrógeno líquido. El otro es la hidrólisis alcalina disolviendo los tejidos corporales con la una solución de hidróxido potásico. Este artículo aborda estas alternativas con los datos disponibles.
Los funerales deben ser ecológicos
Las alternativas actuales a la cremación convencional, como son la ultracongelación y la hidrólisis alcalina permiten convertir los tejidos del finado en restos deshidratos a los que se les puede separar los metales y convertir en cenizas compostables. Estos sistemas generan menos emisiones a la atmósfera que la cremación con combustibles fósiles y por tanto su balance ecológico es de menor impacto que la cremación tradicional.
A pesar de estas innovaciones, el sistema más ecológico de tratamiento de un cadaver es la inhumación directa en el suelo en los cementerios naturales, pero estos sólo están autorizados en unos pocos países a pesar de todas sus ventajas, no sólo ambientales sino sociales. Las alternativas a la cremación convencional tampoco están autorizadas de forma masiva y hay muchas reticencias de todo tipo a su implantación. Lo cierto es que los funerales deben evolucionar respecto a lo establecido actualmente. Este artículo aborda estas cuestiones.
Los funerales, entendiendo estos como las prácticas que abarcan desde la muerte del difunto hasta la disposición de su cuerpo sin vida incluidas las preparaciones del mismo y las ceremonias que se celebren, no se han diseñado para minimizar su impacto ambiental.
La sensibilidad ambiental en el ámbito funerario de momento está penetrando sólo en algunos productos o prácticas, pero todavía estamos lejos de que en España un funeral pueda recibir la denominación ecológica salvo alguna excepción.
En el año 2012 la fundación Tierra definió el concepto ecofuneral como aquel basado en un servicio funerario ecológico certificado y con una norma estandarizada para su acreditación. Lamentablemente, el sector funerario lo dinamitó, aunque una empresa del sector de los seguros, ERGO-GRUPO DKV, adoptó la idea. Tampoco en España se permite avanzar hacia la inhumación directa en el suelo ni tampoco se autorizan los ataúdes que no sean de madera como el cartón u otras fibras vegetales como existen en los países anglosajones.
Por ahora, en la mayoría de los países, la disposición del cuerpo del finado sólo puede realizarse con la inhumación en tumba o nincho de hormigón o con cremación convencional. Otros métodos, que se han demostrado como más respetuosos con el entorno, quedan fuera de la práctica funeraria más común. En las últimas décadas han aparecido algunos nuevos métodos para la eliminación del cuerpo sin vida que intentan abrirse paso.
No podemos dejar de observar que en los dos métodos funerarios homologados, la inhumación y la cremación, ha habido algunos avances para reducir su impacto ecológico. En el caso de la inhumación, en algunos países se admite que sea directamente en el suelo y con ataúdes de materiales naturales. En la cremación, a pesar de consumir combustibles fósiles, hay que reconocer que ha habido mejoras tecnológicas importantes para reducir las emisiones a la atmósfera y minizar el gasto de combustible. Un estudio reciente comparaba precisamente el ciclo de vida ecológico de la inhumación y la cremación. Una buena reflexión para empezar.
Escollos para ambientalizar el funeral convencional
En un funeral convencional se pueden aplicar criterios ecológicos y conseguir un proceso de mínimo impacto ecológico. Para ello es necesario que se permita la inhumación directa al suelo y la cremación directa. Sin embargo, ambos procesos no están autorizados más que en algunos países. Por ahora, tampoco hay autorizados otros métodos diferentes a los mencionados salvo excepciones.
El documental «Eco-Death Takeover: Changing the Funeral Industry«, firmado por la organización The Order of the Good Death, una entidad fundada por la directora y dueña de una funeraria norteamericana, Caitlin Doughty, pone en imágenes las consecuencias ambientales de un funeral convencional y porqué deberíamos impulsar alternativas más ecológicas, como las que se proponen como ecofunerales.
En síntesis el documental concluye que ell problema es que para cambiar estas prácticas convencionales con un notable impacto ambiental lo tenemos que hacer mientras estamos en vida y para ello nos enfrentamos a hablar y dialogar sobre la muerte que es un tabú en la cultura occidental.
La película comienza con el proceso de preparación del cuerpo con la tanatopraxia osea embalsamar con un producto altamente tóxico como es el formaldehido. Las funerarias venden este servicio como una práctica que permite dar un mejor aspecto al cuerpo difunto y por tanto facilitar el duelo a la familia. La realidad es que los tanatopractores, están expuestos a la toxicidad de esta sustancia química cancerígena, y el formaldehido embutido en el cadaver este lo liberará en forma de tóxicos ya sea en la tumba o en el horno crematorio.
La industria funeraria nos propone retrasar el proceso natural de la descomposición bombeando a través del sistema circulatorio sin vida un cóctel de sustancias químicas conservadoras y cancerígenas. Es cierto que para un buen duelo la imagen del difunto es importante, pero para ello bastan las prácticas de tanatoestética o maquillaje que pueden utilizar sustancias de bajo impacto ecológico como sucede en la cultura japonesa (ver la película Despedidas)
El otro elemento visible de un funeral es el ataúd. Sólo en Estados Unidos se calcula que cada año, se talan unos 1,6 millones de hectáreas de bosques para fabricar féretros de madera que persistirán muchos lustros antes de pulverizarse, además de 115 millones de toneladas de acero y 2.300 millones de toneladas de hormigón.
Finalmente, el documental analiza los crematorios en los que se advierte que tanto el mercurio contenido en prótesis dentales como el formaldehído mezclado con el humo tóxico que emiten los ataúdes de madera con barnices forman ácido clorhídrico, dióxido de azufre, dioxinas y PCBs que se liberan a la atmósfera, a menos que se incluyan los filtros de depuración (luego estos hay que depositarlos en un vertedero especializado). En España (a finales del 2015) de los 358 hornos crematorios, a penas un 2 % tiene los filtros preparados para cumplir con la legislación europea. Recordemos que España, a pesar de su relativamente bajo porcentaje de cremaciones entre los fallecidos (35%), es el país de Europa que más hornos crematorios tiene. El Reino Unido, que es el país de Europa con un alto porcentaje de cremaciones (el 73%) tan sólo tiene 260 hornos crematorios.
En definitiva, nos enfrentamos a una realidad de la que no queremos ser testigos y es que las ceremonias funerarias tienen un notable impacto ambiental. Para ello no hay otra opción que abordar la muerte y todo lo que atañe a su planificación en vida. Sólo si planificamos nuestra ceremonia funeraria podremos evitar que la industria funeraria siga campando de forma antiecológica como hasta ahora, salvo excepciones.
La hidrólisis alcalina o cremación química
La hidrólisis alcalina se ha utilizado tradicionalmente en las facultades de medicina para acelerar el proceso de descomposición natural de un cadáver con el fin de disolver el tejido orgánico y disponer de los huesos blandos.
Esta técnica consiste en colocar el cuerpo en un contenedor de acero presurizado (40 psi) con un 95 % de agua y 5 % de hidróxido potásico líquido a una temperatura de 150 a 170 ºC en una solución que alcanza un pH de 14. Estas condiciones de alcalinidad a alta temperatura y presión durante un lapso de dos a tres horas sobre el cuerpo acelera el proceso de descomposición de los tejidos. El resultado es la desagregación de los huesos y una disolución con materia orgánica en suspensión que habrá que filtrar. Los huesos se filtran y se secan antes de convertirlos en cenizas. La mezcla de aminoácidos, péptidos, azúcares y sales que quedan en el contenedor pueden reutilizarse como fertilizante o disponerse como residuo de manera segura.
Según sus promotores, la hidrólisis alcalina reduce en más de un 75 % la huella de carbono y utiliza un octavo de la cantidad de energía requerida, de acuerdo con la Alianza de Consumidores Funerarios. Con el proceso de la hidrólisis alcalina, los vapores de mercurio se quedan en el caldo que luego se reciclará. Este proceso químico reproduce el proceso natural de descomposición que experimenta un cuerpo tras el entierro pero de forma acelerada. Sin embargo, el tema clave está en el líquido residual que queda que no es nada fácil de neutralizar para facilitar que no contamine.
Para cada cadáver se precisa de una solución acuosa de unos 600 litros, pero que luego se puede depurar. Sin embargo, en Estados Unidos, donde la hidrólisis alcalina o cremación verde se admite legalmente en 14 estados y de ellos, solo en cuatro se permite su uso para eliminar restos humanos (ya que en el resto solo se admite para animales domésticos).
La oposición a la hidrólisis alcalina está relacionado con cuestiones sociales ya que no es fácil aceptar que el cuerpo se disuelto en un caldo químico, algo que curiosamente pasó a finales del siglo XIX precisamente con la cremación con fuego (recordemos que la primera cremación no fue autorizada hasta 1885 en el Reino Unido). En este sentido la evaporación en vapores con la cremación con fuego no se ve tan artificial, quizás porque el fuego hace centenares de miles de años que se utiliza en ceremonias funerarias.
La hidrólisis alcalina, también fue registrada con los nombres comerciales de Resomation o bio-cremación, y con una solución alcalina acelera la descompisición del en un lapso de tiempo que se estima en unas dos o tres horas y que normalmente ocurre en la naturaleza en unos 20 años.
Cremación ultrafría con nitrógeno líquido
La bióloga sueca Susanne Wiigh-Masak impulsa desde 1997 un método innovador para tratar el cadaver difunto. Su concepto parte de la criogenización y el método recibió la denominación de Promession cuyo proceso se defiende por los criterios ecológicos que conlleva. El método permite el procesado de los restos orgánicos para facilitar su posterior enterramiento superficial en el suelo vivo y que de este modo rápidamente se conviertan en un fertilizante para la naturaleza.
Susanne Wiigh-Masak se preguntó cómo podrían los restos humanos tras la muerte ser dadores de vida para la naturaleza y, por tanto, crear vida después de lla muerte. Es así como llegó a plantearse la ultrcongelación a muy baja temperatura con nitrógeno líquido y luego transformar los restos orgánicos «quemados» por el frío en un producto compostable capaz de incorporarse en un suelo fértil y entre 6 a 12 meses convertirse en sustrato para las plantas. Unas cenizas libres de tóxicos y de mínimo impacto ambiental convertidas en un monumento vivo para familiares y amigos.
El proceso de promession es simple y directo: el cuerpo se congela primero a -18 ° C y luego se coloca en nitrógeno líquido (-196 ºC) para que las estructuras biológicas se deshidraten totalmente. Luego se somete el cuerpo a una vibración hasta romperse en pedazos. El polvo seco resultante pasa a través de un separador de metal donde se eliminan los metales de las prótesis y restos de mercurio de las amalgamas. Los restos quedan así listos para colocarse en un ataúd biodegradable y ser convertidos en tierra vegetal viva.
En términos de ciclo de vida el proceso es muy eficiente. La proporción de nitrógeno líquido consumido para la criogenización es de 1 litro de nitrógeno líquido por 1 Kg del peso de la persona. Para producir un litro de nitrógeno líquido se precisa un consumo energético de aproximadamente 8.5 KWh. Cada litro de nitrógeno líquido requiere aproximadamente 700 litros de gas nitrógeno a temperatura ambiente. Si tenemos en cuenta el factor de emisión (kg CO2eq por unidad) del nitrógeno líquido este es de 0,43, mientras que el del gas natural es de 0,21 y el del gasóleo de 2,79 (tanto el gas natural como el gasóleo se utilizan en los crematorios convencionales).
Mientras el procesador o cámara de ultracongelación llamado Promator está activado, sólo se utiliza el nitrógeno líquido necesario para enfriar el cuerpo de la persona muerta. Una vez terminado el proceso de ultracongelación, y en el caso, de que hubiera nitrógeno líquido sobrante, este vuelve de donde vino, al aire que respiramos.
En el proceso de vibración el cuerpo muerto criogenizado se rompe en pequeñas piezas. Luego se introduce ese polvo orgánico resultante en una cámara de vacío para evaporar el agua. La separación de metales es un proceso lento pero puede detectar piezas de hasta 0,1 mm.
En todo el proceso no se libera ni al suelo ni a la atmósfera ninguna sustancia tóxica. Todo el proceso del Promator tarda unas cuatro horas. El cuerpo humano contiene entre un 55% y un 78% de agua según el tamaño del cuerpo. Si asumimos un peso corporal de 70 kg y un 70% de agua, sólo por el proceso de «Freeze drying» (secado de congelación), el consumo energético es de unos 238 kWh. Por otra parte, la «cremación seca», proporciona un exceso de 300 kWh que pueden reutilizarse para otros fines energéticos.
A pesar de lo elaborado y extraño que pueda parecer el proceso y que no se ha diseñado todavía la máquina Promator, la idea de Promessa como una alternativa funeraria viable sigue conservando toda su fuerza como concepto.
El gobierno sueco ha intentado legalizar el proceso como una alternativa a la cremación. La compañía incluso ha promovido un grupo de apoyo llamado «Promessa Friends«. Sin embargo, el proceso de Promessa, aunque ha generado interés en muchos países, todavía no está ni legalizado ni hay una planta operativa y esto que llevan más de 10 años con la empresa. A día de hoy (junio 2018) sigue siendo una promesa para otra forma de concebir la muerte y no exenta de controversia (2). En España está representada por la empresa, Aternia.
Otra empresa trabaja en el mismo concepto. Se trata de un consorcio que operan en el segmento de liofilización: IRTL con sede en el Reino Unido (en asociación con Air Products y Hosokawa Micron, y respaldado por Innovate UK), que ha patentado su propio proceso con la marca ‘Cryomation‘. Actualmente están en la fase de desarrollo de prototipos y tiene previsto realizar pruebas de campo en 2018. El proceso del Cryomation utiliza líquido nitrógeno para la liofilización del cadaver (a -196 ° C) y opcionalmente posibilitar un «compostaje acelerado» para descomponer definitivamente los restos corporales fallecidos. IRTL tiene como objetivo adaptar algunos diseños de la maquinaria ya en uso en otras industrias del nitrógeno líquido. Sin embargo, al igual que la iniciativa sueca, sigue siendo una opción en estudio.
La inhumación en el suelo
Contra lo que puede parecer lógico, la inhumación directa en el suelo está legalizada en unos pocos países, La disposición del cuerpo difunto con una simple mortaja con tejidos naturales en el suelo es sin duda el método más ecológico. La disposición del cadáver en el suelo, incluso con un ataúd hecho con materiales biodegradables como sauce, bambú u otros a un metro o metro medio de profundidad permite que las bacterias actúen fácilmente para descomponerlo.
En la edad moderna, se argumentó que la inhumación directa en el suelo no podía hacerse por el riesgo de transmisión de enfermedades a través del agua freática. Es cierto que históricamente cuando había pandemias infecciosas se quemaban o se enterraban los cadáveres con cal.
Hoy sabemos que un cuerpo enterrado a poca profundidad se expone al oxígeno lo cual acelera su proceso de descomposición y durante este proceso se alcanzan temperaturas de hasta 70 ºC lo cual provoca que se destruyan la mayoría de los patógenos presentes en el cadáver. Un estudio publicado por Pan American Journal of Public Health encontró que los patógenos de un cadáver no sobreviven mucho tiempo en la tierra que le rodea, debido a que el cuerpo enterrado con una simple mortaja o un ataud aireado y a poca profundidad se expone al oxígeno más rápidamente, lo que acelera su proceso de descomposición.
Curiosamente, en las tumbas de cemento u hormigón de los cementerios convencionales se ha observado que dejan filtrar los tóxicos del embalsamamiento hacia el suelo y el agua.
Los funerales ecológicos con inhumación directa en el suelo con mortaja de tejido vegetal son la mejor forma de devolver a la Tierra los nutrientes que ella nos ha prestado en vida. Sin embargo, por razones de espacio, este método no puede ir asociado a la concesión del espacio de enterramiento como propiedad o derecho durante décadas como sucede con los ninchos o tumbas actuales. Así que los cementerios actuales como metrópolis de huesos secos son una prolongación del derecho a la propiedad que ha caracterizado nuestra sociedad en los últimos milenios.
Con la inhumación directa en el suelo nuestras proteínas y azúcares se convierten en nutrientes para las plantas como también sucede con las cenizas libres de los tóxicos cuando empleamos ataúdes naturales o de madera certificada. Con un ecofuneral ayudamos completar el círculo de la vida al morir.
Referencias. Este artículo ha sido elaborado a partir de informaciones de los fabricantes y del estudio del Death Lab de la Universidad de Columbia.